Mateo me dejó en el sofá y, con un tono serio, dijo: —Si te quedas invalida, ahora menos me despertarás algo de deseo. —Cómo te atreves a decir algo así… Lo miré, furiosa, sin poder hablar, tan molesta que solo quería salir corriendo de ahí. De verdad, este hombre nunca decía una sola palabra amable. Además, siempre era capaz de decir algo tan incómodo con total seriedad. Ojalá se fuera rápido, ya me estaba hartando de su presencia. Mientras pensaba esto, de repente, levantó mi pie y luego me puso una crema caliente para aliviar el dolor.Sin mirarme, dijo: —No hay medicina para la hinchazón en casa, esta crema no es la que necesitas, pero al menos ayuda a calmar el dolor, úsala por ahora. —… Ah. Respondí de manera apagada. Parece que fue a buscar el botiquín. Con cuidado, Mateo aplicó la pomada. Cuando terminó, me miró y preguntó: —Tienes hambre, ¿cierto? Miré mi tobillo hinchado, que parecía una pelota, y respondí en voz baja: —No he comido en todo el día, ¿c
Leer más