ALARICEl motor del auto rugía suavemente en la oscuridad de la noche. Mis manos estaban firmes en el volante, pero mis pensamientos estaban en otra parte. Giré la cabeza y observé a Esther, recostada en el asiento del copiloto, su respiración era pausada, su pecho se elevaba y descendía con un ritmo tranquilo. Pero su piel estaba pálida, su cabello oscuro caía desordenado sobre su rostro y aún había rastros de sangre en sus manos.Cuando llegué a casa, Liana me lo contó todo. Esther ya sabía la verdad. Sabía que era la reencarnación de Elena.No lo asimiló bien. Nadie lo haría. Y ahora, verla así, después de la batalla que presencié en el bosque, después de verla pelear con una fuerza sobrehumana contra esos osos, hacía que me preguntara hasta dónde llegaría su poder. Había considerado intervenir, pero algo me detuvo. Su energía, su ferocidad… no necesitaba mi ayuda.Cuando su cuerpo estuvo a punto de caer, yo la atrapé.Me estacioné y acaricié su rostro suavemente, retirando un mec
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