Todos los capítulos de Una madre para la hija del CEO resucitado: Capítulo 361 - Capítulo 364
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A MERCED DEL DINERO. C150: ¿Qué derechos tienes tú sobre Lucas?
De pronto, una voz femenina, una distinta, se hizo presente.—Lucas...Su nombre fue pronunciado con suavidad, pero bastó para que él girara la cabeza, como si ese llamado tuviera el poder de arrancarlo de la oscuridad en la que acababa de hundirse. La voz provenía de unos metros más atrás, y cuando la mirada de Lucas se deslizó hacia esa dirección, sus ojos se encontraron con los de Marissa.Estaba allí, de pie, con el rostro parcialmente iluminado por los faroles de la calle, envuelta en una brisa que le alborotaba el cabello con indiferencia. Observaba la escena frente a ella —a Lucas, a Marfil, al abismo que se abría entre ambos— con una expresión imposible de descifrar. No había enojo, pero tampoco alivio. Era una mezcla cautelosa de muchas emociones reunidas en un solo rostro, como si supiera que acababa de llegar al final de una película que ya no podía detener.Lucas no la esperaba. No sabía que había estado tan cerca, ni que lo había visto. Marissa no lo había acompañado a la
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A MERCED DEL DINERO. C151: Te quiero solo para mí.
La última frase estaba cuidadosamente elegida. No necesitaba señalar a nadie: todo el mundo sabía a quién se refería.Los ojos de Marfil centellearon. Dio un paso al frente, clavándole la mirada.—Eso no puede ser. Lucas jamás andaría contigo.—¿Y por qué estás tan segura? —preguntó Marissa, sin dejarse amedrentar.—Porque él me quiere a mí —declaró Marfil—. Es más, hace tan solo unos minutos, antes de que llegaras, estábamos hablando de ello.Marissa sintió una punzada aguda en el pecho, como si cada palabra se le hubiera clavado directo al corazón. Pero no lo mostró. Se tragó la incomodidad, la duda, la herida. No le daría el gusto a Marfil.Lucas, por su parte, desvió la mirada con incomodidad. Sabía que no debía haber dejado que eso se dijera así. Sabía que debía decir algo… pero no encontraba cómo. Lo único que sentía era el nudo en el estómago y el miedo de que Marissa se alejara.—Bueno… las personas cambian de opinión —alegó Marissa—. Así como también pueden cambiar de sentimi
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A MERCED DEL DINERO. C152: ¿Cómo te sientes hoy? 
Marissa se asomó al rostro de Lucas, observando cada detalle de su expresión antes de rozar sus labios con los suyos, suave, lento, como si ese gesto sellara una tregua. Lo envolvió con sus brazos en un abrazo cálido que hablaba más de esperanza que de certeza.—Lucas, no puedes seguir comportándote de esta manera delante de Richard y de esa chica, porque ellos ya son parte de tu pasado —declaró ella—. Por respeto a lo nuestro, tienes que olvidarte de ellos y enfocarte en nosotros, que es lo más importante en este momento.Lucas bajó la cabeza un instante, asintiendo, sintiéndose algo avergonzado pero también reconfortado por la claridad de ella.—Sí, tienes razón —admitió—. Eres mi novia, y por lo tanto, prometo que siempre te daré tu lugar.Marissa sonrió con dulzura, aliviada por su respuesta.—¿Sabes cuán feliz hace a una mujer que le des la razón?Lucas levantó una ceja, divertido.—Lo sé. Estoy enterado de ello... y lo estoy utilizando a mi favor.Ambos rieron en voz baja. La te
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A MERCED DEL DINERO. C153: ¿Cómo es posible que me entere por otros y no por ti?
—Bueno, hice lo que pude para dormir —replicó Richard, con una mueca que intentaba parecer un gesto de humor, pero que se perdía en la incomodidad de su estado.—Por eso yo debí quedarme contigo anoche —alegó Marfil—. Para asegurarme de que pudieras descansar bien.Richard la observó en silencio por un momento y luego negó suavemente con la cabeza.—Mucho menos iba a poder descansar si sabía que estabas aquí —respondió con la honestidad que lo caracterizaba—. Iba a estar muy consciente de lo incómoda que estarías en esta habitación. No quería que pasaras un mal rato por mi culpa.—Tienes que acostumbrarte a tenerme a tu lado también en las malas —dijo ella con determinación—. Porque te voy a acompañar y te voy a apoyar también en las situaciones difíciles. Si tú de verdad quieres que yo sea tu esposa, Richard... tienes que dejarme apoyarte. ¿Lo entiendes?Él se quedó callado por unos segundos y la miró como quien se da cuenta de que quizás no merece tanto.—Sí... tienes razón —declaró
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