El grupo avanzaba por el sendero rocoso que los alejaba del desfiladero, pero ninguno sentía que realmente hubieran dejado atrás la batalla. Las sombras que enfrentaron no solo habían atacado sus cuerpos, sino también sus almas, dejando heridas invisibles que dolían con cada paso.Afrodita lideraba el camino, sus movimientos decididos, pero su mente estaba cargada de preguntas. Miraba de reojo a Ethan, que sujetaba el Orbe con ambas manos. El artefacto parecía absorber su energía, su luz tenue parpadeando como si compartiera la incertidumbre del grupo.—Lo que enfrentaron ahí… no es algo que cualquiera pueda superar —dijo Lyros desde atrás, rompiendo el incómodo silencio que los envolvía.Afrodita se detuvo de golpe y giró hacia él. Su mirada, normalmente amable, estaba cargada de desconfianza. —¿Cómo lo sabes?Lyros titubeó, apartando la mirada. Sus hombros se encorvaron ligeramente, como si estuviera cargando un peso invisible. —Porque yo también lo enfrenté. Las sombras, las prueba
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