—No voy. —Lorena se negó, extendiendo la mano para intentar recuperar su teléfono.—Doña Marta, ve y recoge el equipaje. —César ordenó con indiferencia, colocando su teléfono en el bolsillo interior de su traje.Doña Marta observó a ambos por un instante, sin atreverse a cuestionar al señor, asintió y se dirigió al dormitorio acompañada de una empleada.—César, no quiero ir contigo en el viaje de negocios. ¿Es necesario que me obligues? —su voz sonaba débil, con un rastro de desesperanza.Ambos se quedaron de pie frente a frente, mientras los empleados, acertando en lo que suponían, salían de la sala. Lorena volteó la cabeza, mirando hacia un lado.—En cada viaje de negocios, debes acompañarme. —César tenía la mirada fija, sus ojos oscuros mirando hacia ella, con su altura que la hacía ver más pequeña, y su mirada fría y severa.—No tienes derecho a rechazarme.—Cuando regrese, te devolveré el teléfono.AA decir la verdad, Lorena no tenía fuerzas para oponerse, solo podía aceptar pasi
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