CAPÍTULO 64: SIN CLÁUSULAS, SIN SALIDAS.Svetlana sintió el ardor de las lágrimas queriendo brotar, pero las contuvo. Fiodor se lo había repetido una y otra vez durante los primeros meses: las lágrimas eran una prueba de debilidad.—Слёзы бесполезны, дочь. (Las lágrimas no sirven de nada, hija.)Había dedicado días, semanas y meses a entrenarse para bloquear esas emociones, a borrar a Enzo de su mente. Pero él, con una sola mirada, había deshecho todo su arduo trabajo. A pesar de todo, debía intentarlo. Si no era por ella, sería por su hijo. Él era lo único que había hecho bien en su vida, y haría lo que fuera necesario para protegerlo.Sacudió la cabeza, decidida.—No es tuyo, Enzo. No eres más que mi donante de esperma.La mandíbula de Enzo se tensó, y sus ojos azules ardieron con furia.—Ese niño… lo llevé en mi estómago durante nueve meses. Lo alimenté con mi propio cuerpo. Dormí a su lado y calmé sus pesadillas, hasta el momento en que me arrancaste de las montañas y me enjaulast
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