CAPITULO 96: UN VERDADERO BIANCHI. Enzo estaba en la sala principal del yate, con Matteo, su hijo de tres meses, en brazos. El bebé llevaba un mono azul con pequeños barcos estampados, y Enzo, con una camiseta negra ajustada y pantalones claros, lo miraba con una mezcla de ternura y orgullo. —Escucha, pequeño Matteo, algún día tú y yo vamos a tener charlas serias sobre negocios —murmuró Enzo con voz grave, mientras balanceaba al bebé con suavidad—. Pero por ahora, tu único trabajo es comer, dormir y no darle a tu madre demasiados problemas. ¿Entendido? Matteo lo miró fijamente con sus grandes ojos, como si procesara las palabras de su padre. Pero de repente, su rostro se contrajo y un peculiar sonido rompió el ambiente tranquilo del yate. Enzo levantó una ceja y luego arrugó la nariz. —¡Por todos los santos! Matteo, amigo mío, ¿qué demonios has estado tomando? —bromeó, alejándolo un poco y mirando con fingida sospecha su pequeño trasero—. Creo que tenemos que reconsiderar esa dieta
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