Khalid sintió que la adrenalina corría por su cuerpo.—¿Ves, Diego? —dijo, su voz llena de determinación—. No la puedes retener. Ella es libre de elegir.Diego, sintiendo que su control se desvanecía, dio un paso hacia atrás, su mirada llena de desesperación.—No puedes hacer esto —dijo, su voz quebrándose—. No puedes llevártela.Margaret, viendo la angustia de Isabela, se acercó a ella.—Isabela, estamos aquí para ayudarte. No estás sola.Khalid se acercó a Isabela, sosteniendo su mano con firmeza.—Vamos, bella. Te llevaremos a casa. A tu hogar.Diego, sintiendo que su mundo se desmoronaba, se volvió hacia los oficiales.—¡No! ¡No se la llevarán! —gritó, su voz llena de furia.Pero los oficiales, con la autoridad que les confería su posición, comenzaron a intervenir. Uno de ellos se acercó a Diego.—Señor Diego, si no se aparta, lo arrestaremos por obstrucción de la justicia.La joven comenzó a dar pasos hacia la salida, y la luz del sol parecía brillar más intensamente.—¡Isabela! —
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