Finalmente, el río la llevó al día del accidente. Recordó cómo había huido, tratando de escapar de todo. Recordó el momento en que vio al pequeño Rami, atrapado en medio del tráfico, y cómo corrió hacia él sin pensar en su propia seguridad. Recordó el impacto, el dolor, y luego… la oscuridad.Fue entonces cuando despertó.Isabela abrió los ojos de golpe, con el corazón latiendo desbocado. Su respiración era rápida, casi hiperventilando, y su cuerpo temblaba como si acabara de salir de una pesadilla. Pero esto no era una pesadilla. Era real. Todo lo que había visto, todo lo que había sentido, era real. Los recuerdos estaban de vuelta, y con ellos, el dolor, la culpa, el arrepentimiento.Lágrimas comenzaron a correr por su rostro, primero lentamente, luego en un torrente incontrolable. Se llevó las manos a la cara, tratando de contener los sollozos, pero era imposible. Era como si todo el peso de los años perdidos, de las heridas no sanadas, la estuviera aplastando.“Isabela,” escuchó u
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