DanteMe sentía extraño. Realmente extraño, porque a pesar de que las cosas no hacían más que complicarse, me sentía... En paz. Había una calma dentro de mí que no sabía explicar de dónde venía. Era como si todas las voces que antes causaban estragos, decidieran callarse. Una parte de mí tenía el claro presentimiento de la creadora de todo esto, y el resto de mí, se negaba a creerlo.Ya había tomado una decisión, y aunque constantemente encontraba la forma de hacer lo contrario, esa decisión seguía ahí y la razón todavía me taladraba la cabeza.Sin contar que justo en este momento, una de las razones por la que me negaba a todo este show, estaba entrando por la puerta de la enorme oficina con vista al mar, vestida con un traje blanco enterizo, con joyería de oro, cabello perfectamente planchado y de un rubio poco natural, con un maquillaje inflalible y una actitud arrasadora que hacía que todos se fijaran en ella, no importa por dónde pasará, ella amaba que los ojos siempre estuvieras
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