Belén le echó un vistazo a las facturas y los números con desprecio. No obstante, no reveló las emociones, sino que respondió de forma agradable. — Bueno. —Se dio vuelta y se fue del estudio. En el momento en el que Belén se fue, su sonrisa desapareció. Más tarde, cuando llegó a su habitación, recibió una llamada de un número desconocido. La veo la cabeza, lo miró con incredulidad, ya que el código de la llamada indicaba que era del distrito imperial. Como Santiago había registrado el número para ella, no muchas personas iban a llamarla. «En tal caso, ¿quién me llama?» — Hola, ¿puedo saber quién es? — preguntó después de responder la llamada con curiosidad. —¿Dónde estás? Encontrémonos — respondió una mujer con ira. — Me temo que tiene el número equivocado — dijo Belén, frunciendo el ceño, después de confirmar que la voz no era familiar. — Para nada — de forma hostil—. Soy la madre de Daniel. Me reuniré contigo en la plaza de los Peralta, en el té coral en media hora. — Tras
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