Giacomo intentó mover sus manos otra vez, apretar la mano de Carmine con más fuerza, pero incluso el pequeño movimiento que ya había hecho, había requerido un gran esfuerzo. El resto de su cuerpo permanecía inmóvil, como si pesara una tonelada y se negara a obedecerle. ¿Qué le había pasado? ¿Cuánto tiempo llevaba dormido?Estaba profundamente confundido, y por más que lo intentaba, no lograba pensar con claridad. Era como si un manto pesado cubriera sus pensamientos, haciéndole difícil concentrarse.—Giacomo, ¿puedes oírme?La dulce voz de Carmine era un bálsamo para él, lo ayudaba a calmar la inquietud que amenazaba con apoderarse de su mente. De no ser por su presencia, habría sucumbido a la desesperación ante su incapacidad para moverse. Detestaba la sensación de no tener control sobre su propio cuerpo.Aunque no recordaba nada de los últimos días, estaba seguro de haber escuchado la voz de Carmine en más de una ocasión, un eco constante en el fondo de su mente.Intentó hablar, pero
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