ErosComprendía la culpa de mi mujer. Pero ahora solo debía trabajar; mientras mis plaquetas no sigan bajando, no tenía problema. La observé dormir, hace unos minutos, y por fin cerró los ojos. No le he dicho a mamá, aunque ella ya lo intuye, es imposible engañarla. Aun así, si no pregunta, no diré nada. No por ahora.Angélica se fue hace unos días con Maco y Santos, vino por tres días. Pero tenía responsabilidades con la universidad. Aunque había algo en ella que me tenía pensando, espero no sea… —Pero, y de ser así, ¿quién era yo para juzgarlo? Ahora, más que nunca, debía de hablar con Ernesto. Porque, entre ellos, existe algo más.Siempre me causó admiración cómo desde pequeño se miraban Angélica y él, lo hicieron de manera diferente. Desde su nacimiento, Ernesto la idolatraba. La vez que hablé con mi hermana, me di cuenta del modo en como lo admira, su preocupación para proteger más a Ernesto, su súplica para no decirle sobre las atrocidades cometidas por su padre, imploró para qu
Leer más