Su corazón saltó frenético al tiempo en que escuchaba decir a su marido, lo último que esperaba que surgiera de sus labios. —Si quieres que lo deje, entonces eso haré —soltó como si nada. Anastasia lo miró con extrañeza, como si de repente su esposo se hubiera transformado en un ser completamente diferente, del hombre que solía conocer, del hombre que llevaba meses siendo su esposo. «Ese hombre no podía ser Alessandro, ¿o sí?», se preguntó incrédula, mirándolo de arriba abajo como si un ente extraño lo hubiera poseído de repente. —¿Qué.. quieres decir? —titubeo la pregunta buscando obtener un poco de claridad. A lo mejor se estaba equivocando y no era lo que ella creía. —Quiero decir que nada para mí está por encima de ti y mi hijo —su voz profunda y sus ojos fijos en su persona, le transmitieron oleadas desmedidas de emoción y felicidad. Pero Anastasia sabía que no todo podía ser tan magnífico, sabía que había cosas malas que podrían surgir de esta decisión. —¿Y acas
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