La mañana siguiente llegó con una sensación de urgencia en el aire. Agatha se despertó con la mente aún agitada por la conversación de la noche anterior. Samer había prometido darle espacio, pero su corazón se sentía como un campo de batalla en el que todavía luchaban la confianza y la duda.Después de ducharse, se vistió con un vestido ligero y se dirigió al comedor. La mansión estaba en silencio, y el aroma del café recién hecho la guió hacia la cocina. Allí, encontró a Samer, que ya estaba trabajando en su laptop, su mirada concentrada. Al verlo, una mezcla de sentimientos la invadió, pero se esforzó por mantener la calma.“Buenos días,” saludó ella, tratando de sonar lo más neutral posible.“Buenos días, Agatha,” respondió él, levantando la vista con una sonrisa que se desvaneció al notar la tensión en su rostro. “¿Dormiste bien?”“Más o menos,” admitió ella, acercándose a la mesa. “¿Tienes planes para hoy?”“Quiero que hablemos con Aziz sobre Al-Fayed,” dijo Samer, cerrando la la
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