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Todos los capítulos de Cazador: Capítulo 11 - Capítulo 20
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Buenas Noticias
Fue otra noche insomne, buscando en vano información confiable sobre hechizos y esas cosas. Me di por vencida una hora antes del amanecer y le dejé una nota a Susan en el refri, para que no subiera al segundo piso hasta que yo bajara. Huelga decir que lo primero que hizo esa mañana fue subir a limpiar el dormitorio principal, contiguo al mío. Y como quería aspirar las alfombras, llamó a Mike para que la ayudara a correr todos los muebles.Así que apenas había dormido dos horas cuando me despertaron unos ruidos como si una cuadrilla de demoliciones estuviera trabajando al lado de mi cama. Agotada, todavía sacudida por lo que pasara en el sótano, la voz de Susan bastó para hacerme saltar de la cama, poseída por una furia homicida que hasta entonces ignorara que era capaz de sentir.Fui al dormitorio principal como estaba, en pijamas, descalza, el pelo revuelto, y desenchufé la aspiradora de un tirón. Susan se volvió hacia mí sorprendida.—¿No viste la not
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La Verdad Detrás de la Sombra
Durante el almuerzo, Amy bombardeó a los Blotter con preguntas sobre el plano o dimensión en el que se movían, y cómo percibían el mundo de los vivos. Con dos TTS y dos apps para hablar, la conversación fluía mejor que nunca. La dejé platicando con los Blotter en la mesa mientras limpiaba la cocina. Estaba terminando cuando oímos un golpe en el sótano. Amy me enfrentó con mirada aprensiva.—Es la sombra —asentí—. Seguramente te percibió. Le hablé de ti, y apuesto que está impaciente.—¿Le hablaste? ¿Es consciente? —exclamó.—Consciente e inteligente —respondió Edward.—Dame un momento que preciso un par de cosas —dijo, yendo a toda prisa al salón oriental por su bolso.Abrí la puerta del sótano y me asomé a la escalera. —¡Ya bajamos, Kujo!Amy volvió con una vela blanca gruesa como un cirio, un rosario vistoso y una botellita con una cruz dorada que me hizo fruncir el ceño.—No precisas nada de eso, Amy. Kujo prometió portars
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El Cazador Supremo
Apreté el paso, dejando atrás a Amy, y llegué al trote al fin del sendero. Una camioneta negra último modelo se había detenido detrás del auto de la médium con el motor en marcha, y Mike se acercaba hacia el hombre que se apeaba del asiento del acompañante. Sólo alcancé a ver que era alto, vestido todo de negro con ropa suelta. Salí del bosque al jardín y agité una mano en alto.—¡Está bien, Mike! ¡Aquí estoy!Mike se detuvo pero permaneció allí, como para cerciorarse que yo no corría peligro. Brandon Price miró hacia atrás y giró para rodear la camioneta hacia mí. Me disponía a ir a su encuentro cuando Amy salió del bosque y me sujetó el brazo, deteniéndome.—No te acerques, Fran. Este hombre trae al menos media docena de parásitos pegados —me ad
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Conociendo al Enemigo
Cuando Amy se fue, la mansión pareció demasiado grande y vacía. Adoraba vivir con los Blotter, pero sólo ahora me daba cuenta que había echado en falta un poco de simple compañía humana. Sobre todo alguien como Amy, ante quien no precisaba ocultar cómo era mi vida realmente. Ese día salí a correr más tiempo de lo que solía y pasé varias horas tocando la guitarra, no en el salón oriental sino en mi dormitorio. Los Blotter respetaron mi necesidad de soledad y no dieron señales de su presencia, salvo los ruiditos habituales.Al día siguiente, un vistazo al calendario bastó para entender por qué me sentía tan triste y sola. Faltaba muy poco para el aniversario de la muerte de mamá, pero nunca se había tratado sólo de esa fecha. Después de luchar durante años con el cáncer que seguía regresando, mam&aa
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Trampa para Famosos
—¡Lo encontré! ¡El pendiente y el nombre fueron suficientes!Me froté los ojos, tratando en vano de alzar la cabeza de la almohada. Amy sonaba demasiado animada para mi cerebro todavía dormido.—¿Encontraste el ritual?—¿Te desperté? ¡Oh, Fran, discúlpame!—No hay problema. ¿Puedo llamarte en diez minutos?—Sí, sí, por supuesto.Eran las ocho y media de una mañana gris y fría. Me arrojé de la cama, me arrastré hasta mis mallas de invierno y un sweater gordo de cuello alto que me caía hasta las rodillas, me recogí el cabello. Listo, ya estaba preparada para volver a la cama. En cambio, arrastré los pies escaleras abajo hasta la cocina.Susan y Mike aún no llegaban, así que pude preparar el desayuno disfrutando la quietud de la mansión. Antes de cocina
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Cuenta Regresiva
Esa llamada en conferencia fue como el empujoncito en la espalda que te precipita por el tobogán más alto del mundo. Antes que pudiera caer bien en la cuenta, me deslizaba a toda velocidad y no tenía forma de detenerme.Llamé a Trisha antes de ir a dormir y tuve que alejar el teléfono de mi oreja hasta que terminó con sus grititos y exclamaciones.—¿Cuánto precisas que me quede?—¿Tres días?—¿No dijiste que los Cazadores se quedarán cinco?—Sí, pero…—Entonces me quedaré al menos seis.—No puedes faltar tantos días al trabajo, Trish.—¿No te conté que renuncié? Sí, me harté de ese hijo de perra mano larga. Conseguí un par de entrevistas pero serán por Zoom, de modo que no importa dónde esté.—Entonces tal vez puedas venir antes. Déjame consultarlo con Amy.—¡Sí! ¡Genial!Aparté el teléfono otra vez hasta que mi audición no corriera peligro para despedirme.En la mañana desayuné aguardando a los Coll
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El Último Respiro
Amy y Trisha llegaron a Casa Blotter al mediodía, cuando yo ya me había mordido las uñas hasta los codos y caminaba por las paredes de impaciencia. Al parecer, la médium había decidido hablar con mi amiga sobre los Blotter y explicarle bien la situación antes de salir de Boston, porque quería ver la reacción de Trisha y asegurarse que era la indicada para ayudarnos.Fue por eso que, para mi gran sorpresa, Trisha no saltó del auto conjurando a gritos a fantasmas y demonios, sino que se apeó del deportivo rojo filmando en su teléfono con una app SLS, que supuestamente detectaba formas humanas aunque no fueran visibles. Para el temperamento de Trisha, estaba siendo la discreción personificada.Susan todavía merodeaba por la mansión, con la excusa de ver que las invitadas tuvieran cuanto necesitaran en sus habitaciones, así que no pudimos hablar hasta que se fue y nos s
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Mejor Prevenir
Amy se demoró cerca de una hora en el sótano. Cuando al fin subió, aceptó café con sonrisa fatigada y se sentó con nosotras a la mesa de la cocina soltando un largo suspiro.—Pennhurst —dijo, y sonaba tan exhausta como se veía—. Allí fue donde se le pegó a Price.Revolví la despensa por mantecados y tuve suerte de hallar la última bandeja. Tenía que pedirle a Susan que comprara más para el fin de semana, o iba a sufrir síndrome de abstinencia.—¿Te contó algo más? —pregunté.Amy alzó las cejas como tratando de ordenar sus ideas.—Nació allí cuando el asilo todavía estaba en funcionamiento, y allí se quedó después que la corte lo cerró. Toneladas de mala vibra residual para comer hasta hartarse. Nunca le había prestado atenci&oa
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Un Frío Amanecer
Me costó dormirme. Amy se demoró en el primer piso después de cenar, para explicarles bien a Ann y Edward lo que se pondría en movimiento apenas Price cruzara las puertas de Casa Blotter. Trisha arrastró los pies por el corredor del segundo piso hasta su habitación, todavía quejándose que le dolían las rodillas. Y golpeaba a mi puerta cinco minutos después, dando saltitos de entusiasmo por las comodidades de su baño.—¡Ya mismo me tomaré un baño con aceites relajantes! —exclamó.—Baja la voz —la regañé, señalando la habitación de los mellizos—. ¡Es tarde!—Oh, lo siento —susurró cubriéndose la boca—. ¿Los niños fantasmas van a la cama temprano? ¿En verdad duermen?—Lo ignoro. Deberías preguntarles tú misma mañana. Temprano por la mañana, porque te despertaré a las siete.—¿Estás loca? ¡Mi religión no me lo permite! Levantarme antes de las diez es un pecado mortal.—Como gustes. Los famosos llegan a las nueve.Me miró como si la hubier
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Allá Vamos
—Sus medicamentos, señor Price —pidió Amy desde el hogar. No hubiera podido sonreírle aunque le fuera en ello la vida.Price se volvió hacia ella ceñudo. —¿Perdón?—Debe darme sus medicinas.—Pero las necesito al mediodía para tomarlas.Amy sostuvo su mirada un instante y se volvió hacia mí. —¿Me darías la bolsa, por favor?Me apresuré hacia ella para devolverle la bolsita de tela, y me quedé tan cerca del calefactor como podía sin caerme dentro del hogar. Oh, sí, qué bueno era sentir esas llamas después de estar afuera en aquella mañana helada.Price respiró hondo, molesto. Su voz atronó toda la casa.—¡Isaac! ¡Nuestras medicinas!El segundón se apresuró a bajar un momento después como buen caniche obediente,
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