Anfisa se mordió el pulgar con ansiedad y miró el asiento vacío qué encabezaba la gran mesa del comedor. Había pasado una semana y Thomas seguía aparentemente molesto.“¿Tampoco vino a desayunar?”, le preguntó al mayordomo encargado de la casa que estaba en un rincón, supervisando que todo estuviera bien. Su tono era tranquilo pero ella estaba nerviosa.Incluso se había saltado el desayuno para que Thomas pudiera bajar a comer algo. Tal vez no fue al comedor por ella.Henry, el mayordomo leal y responsable de Hammond Mansión, estaba en la esquina supervisando sus tareas. Volteó la cabeza hacia ella y negó con la cabeza. “No, señorita Anfisa”, respondió con un tono tranquilo y profesional. Los ojos de Anfisa mostraban un dejo de decepción, un suspiro silencioso escapó de sus labios y se movió ligeramente en su silla.Su mirada se detuvo en ella por un momento, percibiendo sus tics nerviosos. “Ha estado comiendo en su estudio”, reveló Henry, con expresión neutral.Anfisa se sacó el p
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