Cuando desperté, Alejandro estaba sentado al lado de la cama, con profundas ojeras y la barba crecida. Con su aspecto tan desaliñado, estaba a leguas de lo que antes era él. Al verme abrir los ojos, una leve expresión de alegría apareció en su atractivo rostro. —María, finalmente despertaste, estuviste en coma por tres días y tres noches... —¡Estaba tan preocupado por ti! Al verlo, de repente todos esos sentimientos de dolor se precipitaron, y mi corazón estaba a punto de explotar. —¡Paf! Frunciendo los dientes, le di una fuerte bofetada a Alejandro. —¿Cómo tienes la cara de aparecer frente a mí? Los ojos de Alejandro reflejaban una mezcla de amargura. —Lo siento mucho, no sabía que tu padre realmente había tenido un accidente de tránsito, no fui a verlo por última vez, fue mi culpa. Ana se apresuró preocupada, colocándose frente a mí. —Perdón, María, si tienes que culpar a alguien, entonces cúlpame a mí. Ese día justo era mi cumpleaños, Alejandro me había hecho un
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