—¡Me secuestraron, Ayuda! ¡por favor¡ Llévenme de vuelta, quiero ir a casa—la voz de la mujer sonaba entrecortada, temblorosa, baja pero llena de desesperación. La mujer vio a Adriana por la ventana y comenzó a gritar impaciente. —¡Por favor, sálvame, tienes que ayudarme¡. Adriana se acercó a la ventana y con ayuda de ella logró forzarla. Al entrar la ayudó a ponerse de pie, mirando cautelosa hacia afuera mientras decía: —¿Cómo lograste escapar? —Estos últimos días me han estado dando medicinas, me dejaban sin fuerzas, no podía hablar, gracias por cambiarme el agua, fue lo que me permitió escapar. —Ahora su familia está bebiendo, y esta noche me obligan a casarme con un extraño—la mujer comenzó a llorar en voz baja, conteniéndose, pues temía hacer ruido—. No tengo mucho tiempo, dicen que en un rato vendrán a maquillarme. —¿Qué voy a hacer? Estaban en territorio desconocido, un lugar que parecía peligroso y tratando con gente bajo los efectos del alcohol, no podían buscar la co
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