Samuel murió en mis brazos, aun sosteniendo la cajita con el ungüento que llevaba. Me quebré en llanto mientras él, con sangre en la boca, no podía pronunciar palabra.En ese momento me arrodillé, suplicándole al cielo que tomara mi vida en lugar de la de mi hijo. Pero mis ruegos fueron totalmente en vano, se llevaron a Samuel, y yo, devastada, perdí el conocimiento.Al despertar, estaba sola. Cuando Alejandro Castillo me llamó, me di cuenta con horror que aún no sabía lo de Samuel.—Amor, Samuel... —intenté decir.Alejandro me interrumpió en ese momento: —¡Jessica, mira el hijo que has criado! ¡Que venga a disculparse con Viviana por la quemadura!Mi corazón se estrujó. ¡Eran ellos!—¡Alejandro! Samuel solo tiene seis años, ¿tú lo mandaste a comprar medicina para quemaduras?—¿Y por qué no? ¡Derramó agua caliente sobre Viviana a propósito! Solo le pedí que fuera a la farmacia cercana, ¡y se escapó!En ese preciso momento, la voz de Viviana se coló por el teléfono: —Ya, Alejandro, déja
Leer más