Capítulo 4
—No me preocupa que Alejandro no haya respondido. Debe estar en pleno romance con esa mujer. Ya lo verá cuando termine —me dije a mí misma.

Solté una risa sarcástica mientras miraba la foto de Samuel en mi celular, sintiendo cómo mi corazón se estrujaba.

—¿Puedes verlo, Samuel? Mamá te vengará, los que causaron tu muerte lo pagarán caro.

No permitiré que sigas sola bajo tierra. Aunque sentía que apenas podía mantenerme en pie, me forcé a enviarle el video a mi abogado.

—¡Con esta evidencia podemos probar la infidelidad! ¡Podremos obtener entre el 70% y hasta el 90% en el divorcio! —exclamó el abogado, entusiasmado.

Sonreí levemente y me fui tranquila a dormir. Desde la muerte de Samuel no había podido conciliar el sueño. Quizás en mis sueños él vendría a visitarme.

A la mañana siguiente, alguien golpeaba la puerta con insistencia. Claro, había olvidado que cambié la cerradura y Alejandro ya no podía entrar.

Al abrir, vi sus ojos enardecidos.

—¿Qué es lo que pasa? ¿Por qué tanta urgencia? —pregunté, arqueando una ceja.

—No puede ser verdad, ¿cierto? ¡Dime que no es verdad! —gritó tembloroso, mostrándome su celular.

—Alejandro, con todos los contactos que tienes, ¿por qué no mandas a alguien a verificarlo? Además, está todo documentado en el hospital —le respondí con ironía.

Me di la vuelta y Alejandro me siguió, agarrándome la muñeca.

—Jessica, sé que me odias y que te molesta su existencia. Lo admito, Viviana fue mi primer amor y no puedo olvidarla, pero no juegues con la vida de Samuel —su voz temblaba.

—Has visto estos días que Samuel no está. Mis padres fallecieron y no tengo amigos de confianza en esta ciudad a quienes pudiera dejarle a Samuel por días.

—Entonces, ¿es verdad o no?

Lo miré, conteniendo con dolor las lágrimas.

—Cuando recibí la llamada del hospital, Samuel tenía una pomada para quemaduras en sus manos. Me dijo que le dolía muchísimo.

—Fue a comprar medicina y un enfermo mental lo apuñaló. ¡Dime si no sufrió! ¿Y dónde estabas tú? Con Viviana, y encima de todo regañarías a Samuel al volver.

Con cada palabra que decía, el rostro de Alejandro se ensombrecía más.

Empezó a temblar, su respiración se agitó, y en ese momento sonó su celular.

—Seguro es ella otra vez. ¡Contesta! —le recriminé.

Alejandro miró el teléfono y al contestar, su rostro palideció.

—¿Cómo es posible? ¿Cómo alguien pudo hacerle eso? ¡Era solo un niño! —exclamó.

Ya se había enterado. Esto no era un invento mío. Me pareció irónico. Samuel nunca hubiera ido por esa calle si no fuera por esta pareja de traidores.

—Yo... me equivoqué, Jessica... —dijo después de colgar.

—Alejandro, quiero el divorcio ahora mismo. Si no aceptas, publicaré todas las pruebas de tu infidelidad. Quiero ver si tus clientes seguirán haciendo negocios contigo.

—Jessica, esta empresa también es tu esfuerzo. No lo harías, ¿verdad?

¡Todavía intentaba manipularme!

—No olvides que la empresa también es tuya —insistió, sujetándome los hombros—. Lo de ella solo fue algo pasajero. Tú eres la única en mi corazón.

—Basura —lo miré fijamente—. Te acostaste con ella y todavía dices que soy la única.

—No seas tan cínico, si la empresa es solo producto de mi esfuerzo, ¿cómo te atreviste a ignorar mis sentimientos y estar con ella? ¡O nos hundimos juntos o nada!

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