Capítulo 3
Qué ironía , Samuel ya no está, y si él realmente se preocupara, habría encontrado el certificado de defunción en el cajón de la mesa de café.

Solo tendría que abrirlo para verlo, pero en realidad no lo hizo.

Lo miré con desprecio:

—¿Todavía te acuerdas de que tienes un hijo?

—¿Cómo puedes decir eso? ¡Si no fuera por él, Viviana no estaría quemada!

—¡No ensucies el nombre de mi hijo! No quiero oírte ni tener nada que ver contigo. ¡Nos divorciamos!

Le entregué los papeles del divorcio.

Alejandro estalló por completo en cólera:

—¿Cuántas veces tengo acaso que decírtelo? ¡No hay nada entre nosotros, solo somos amigos!

—¿Amigos? ¡Ella mató a Samuel, es mi enemiga!

—¡Eres irracional! —me puso su teléfono frente a la cara—. ¡Mira tú misma, Samuel la quemó!

En el video de seguridad, Samuel sostenía cuidadoso una taza grande de agua caliente. Sus deditos estaban rojos por el calor, cambiaba la taza de mano temblorosamente mientras se acercaba con timidez a Viviana.

Apenas puso la taza en la mesa, Viviana se levantó:

—¡Qué bien, Samuel! Déjame ver...

"Accidentalmente" chocó con Samuel, quien retrocedió asustado. La taza se volcó y Viviana gritó.

—¡Mira cómo lo quemó! —insistió Alejandro.

Me reí con amargura:

—¿Estás ciego, Alejandro? ¡Samuel es la víctima! ¿Una adulta que no puede sostener una taza?

—¿Qué clase de padre eres, mandando a tu hijo a hacer esto por esa miserable mujer? ¿No te remuerde la conciencia?

—¡¿Cómo esperabas que agarrara algo tan caliente?! —gritó él.

—¡Ah! ¡¿Entonces sí sabías que estaba hirviendo?!

Le di una cachetada con todas las fuerzas de mi mano:

—¡Monstruo! ¡Era tu hijo! ¿No podías ayudar tú mismo? ¡¿Tenías que mandar a un niño de 6 años a servir agua hirviendo a un adulto?! ¡¿Se te rompieron los brazos o qué?!

El recordar a Samuel siendo manipulado por ellos me desgarraba el corazón.

Humillado y furioso por la bofetada, Alejandro me agarró del cuello:

—Jessica, te di demasiada libertad. ¡¿Cómo te atreves a hacer esto?!

—Sí, me atrevo. Tu querido hijo está muerto, asesinado por ustedes dos.

—O nos divorciamos, o morimos juntos.

Mi locura lo hizo soltarme asustado. Al ver los papeles del divorcio, rugió:

—¿Divorcio? ¡Sueña!

—Te doy tres días para traer a Samuel.

Me calmé:

—Alejandro, con todo tu dinero, ¿por qué no investigas? Cementerio Occidental, fila 16, tumba 30. Te espero.

—¡Eres una verdadera maniática!

Alejandro se fue furioso, pero sacó su teléfono para verificar. Sabía que me creería.

Sonreí fríamente y envié el video editado a Viviana:

—¿Ves? Quiero divorciarme y él se niega. ¡Qué patética eres! Te ofreces y él solo juega contigo.

Viviana, ahora es tu turno.

Esa noche, el investigador privado me envió fotos de Alejandro con Viviana.

Como esperaba, Viviana se desesperó y corrió a verse con Alejandro. La pasión los consumió por completo- él finalmente cedió.

Viviana me envió fotos para provocarme:

—Jessica, perdiste.

Me reí y envié a Alejandro el certificado de defunción de Samuel y los datos del cementerio:

—¡Alejandro! ¡Samuel ni siquiera lleva siete días muerto y ya te acuestas con su miserable asesina! ¡¿Dónde está tu conciencia?!

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