Cuando me encontré atrapada por mi esposo, me quedé mirando sus hermosos ojos verdes, temiendo lo que pasaría después, Gerard agarró mis manos, poniendo mis brazos detrás de mi cuerpo, sosteniendo mis brazos con una sola mano, metió la otra porque del corte de mi vestido, arrancándolos, acariciando mi sexo con sus dedos, haciéndome gemir—Eres mía, ¿entiendes? Sólo mía y nada más que yo puedo tocar tu cuerpo – me dijo – Ssofía, dime ¿de quién eres? —Vamos, dilo, ¿a quién perteneces?—, me decía mientras Continuó acariciando mi sexo.—Gerard, soy tuyo, eso ya lo sabes, pero déjame ir—, le rogué.Gerard no hizo caso a mi súplica, puso sus manos en mis nalgas levantándome unos centímetros del suelo, notando la cabeza de su miembro en la entrada de mi sexo, cuando bajó la cremallera de su pantalón. Para ser honesto, no lo sé. Con un ataque certero, entró en mi ser, moviéndose desesperadamente. Me arrancó la cinta de mi vestido que cruzaba mi pecho, dejándome con mis pechos desnudos y a mer
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