—Sí, sí, ustedes dos hacen una pareja perfecta, como príncipe azul para su princesa rosada.Valentina bajó la cabeza, sonrojada.En ese momento, entré en la habitación.—Cariño, ¿podrías salir un momento? Quiero hablar con Valentina a solas.El ambiente se volvió incómodo de repente. Los ancianos que antes elogiaban a Alejandro y Valentina ahora los miraban con desprecio, como si hubieran tragado una mosca.—Luciana, Valentina aún está enferma. No puede recibir emociones fuertes —dijo Alejandro, protegiendo a Valentina con su cuerpo.—Alejo, déjala pasar. Quizás Luciana tenga un malentendido conmigo. Tal vez podamos aclararlo —dijo Valentina, esforzándose por sentarse y sonreír débilmente a Alejandro.Dejé las flores y observé su actuación con interés. Cuando terminaron, tosí un par de veces y aclaré mi garganta.—Tranquilos, solo vine a decir un par de cosas. Me iré en seguida.Alejandro me miró con cautela, luego a Valentina, y finalmente salió a regañadientes.Los ancianos escupiero
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