El aire dentro de la habitación parecía estar impregnado de electricidad, cargado de una tensión animal que se desplegaba con cada movimiento entre los tres cuerpos que se enfrentaban. Alanis y Casandra, en sus formas de lobo, brillaban con una ferocidad inigualable. El lobo negro de Alanis, oscuro como la noche más profunda, y la loba dorada de Casandra, que resplandecía bajo la luz tenue que se filtraba por las ventanas rotas, formaban un contraste visual tan impactante como su unión en la lucha.Jayce, malherido y jadeante, lanzaba golpes desesperados, pero ya no era el depredador que había sido momentos antes. Sus ataques eran torpes, fruto de la fatiga, el dolor y el odio que aún lo consumía. Sus ojos brillaban con una mezcla de pánico y furia, pero ni su bestialidad ni su fuerza eran suficientes para resistir la tormenta que se le había venido encima.Casandra y Alanis se movían en perfecta sincronía, como si fueran dos mitades de un todo. Sus cuerpos se entrelaz
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