El auto aceleró por la autopista. Yo estaba en los brazos de Fabio, e Isabela en el asiento del copiloto. Luchaba con todas mis fuerzas, ganando tiempo, hasta que finalmente llegaron las patrullas. Había llamado a la policía en cuanto Daniel se desvió de la ruta.Fabio, presa del pánico, solo aturdió a Armando y me subió al auto junto a Isabela.En la oscuridad de la noche, sonrió con desprecio: —Jajaja, Isa, soy un hombre muy comprensivo. Te di muchas oportunidades, y aún así… eres muy hábil.Isabela temblaba. —Fabio, te la traje, ¡te obedecí!—Fabio, por favor, por nuestros padres, no me hagas daño.Fabio se burló con frialdad y dijo con gravedad: —Inútil como un simple juguete, inútil en la misión… ya no te haré daño.Tras empujones y gritos, sentí una ráfaga de viento aterrador. Abrí los ojos y vi a Isabela siendo empujada fuera del auto, escuchando sus gritos desgarradores.—¡Ah!Me asusté demasiado. Sabía que Fabio era un pervertido, pero no imaginaba que llegaría a este extremo.
Leer más