DAMIÁNEl aire dentro de la sala está cargado de tensión, pero no es nada comparado con lo que siento en el pecho. Emma está frente a mí, con los brazos cruzados y una expresión de pura determinación que me recuerda por qué me enamoré de ella en primer lugar. Pero también me desespera.—Emma, te lo dije. No vas a venir al almacén —repito por quinta vez, esforzándome por mantener la calma.—Y yo ya te respondí —me dice, elevando la barbilla desafiante—. No pienso quedarme aquí sin hacer nada. Quiero estar ahí. Esa mujer sabe cosas que afectan mi vida y la de Luna. No me voy a quedar esperandoRespiro hondo, cerrando los ojos por un momento. Su terquedad es agotadora, pero también... fascinante. Ella no es la misma mujer que conocí hace un año. Esta Emma pelea, y aunque me saque de quicio, no puedo evitar admirarla.—No es seguro —le digo, mi voz más baja pero no menos firme—. Sofía no es de fiar. No sabemos cómo reaccionará si sabe que estás vva, suponiendo que no lo sepa. Y si Tomás
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