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Todos los capítulos de Alianzas prohibidas: Capítulo 21 - Capítulo 30
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Capítulo 21 El primer día en la empresa
La oficina de Isabella era moderna y luminosa, con una gran ventana que ofrecía una vista impresionante del parque cercano. Desde su puesto, podía ver la oficina de Leonardo, donde él trabajaba intensamente en su computadora, sumido en gráficos y números. Isabella sonrió al notar que él la miraba de vez en cuando, intentando concentrarse en sus tareas mientras ambos compartían esa conexión silenciosa.Después de un par de horas revisando las finanzas de ambas empresas, Leonardo decidió que era hora de un respiro. Se levantó y caminó hacia la oficina de Isabella, tocando suavemente la puerta antes de entrar.—¿Cómo vas con las finanzas? —preguntó, apoyándose en el marco de la puerta y sonriendo.Isabella levantó la vista de su computadora, aliviada de ver a Leonardo.—Ya casi termino —respondió, girando en su silla para enfrentarlo—. Estoy ajustando algunos números finales.—Bueno, yo ya terminé —dijo él, cruzando los brazos—. Vine a buscarte para ir a almorzar juntos. Todos deben vern
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Capítulo 22 Estoy en medio de ellos dos
Leonardo entró en su oficina con la mente en un torbellino de emociones. La imagen de Valeria despidiéndose de él seguía doliendo, y no pudo contener una lágrima que rodó por su mejilla. Fue en ese momento que su padre, Don Mario, entró sin avisar y lo vio en ese estado vulnerable.—¡Leonardo! —exclamó Don Mario, con un tono de reproche—. ¿Qué está pasando aquí?Leonardo, al sentir la mirada de su padre, sintió que la frustración lo consumía.—Ya basta, papá —gritó, sin poder contenerse—. Me destruiste la vida. Estoy casado con alguien a quien no amo. Valeria vino a despedirse de mí y no puedo soportarlo más. Ya te complací. Aquí estamos, cumpliendo nuestra parte.El eco de su voz resonó en la oficina, dejando un silencio tenso en el aire. Isabella, que había estado cerca, escuchó cada palabra. La angustia se apoderó de ella, y no pudo evitar sentirse mal por la situación. Sin pensarlo, salió corriendo de la oficina, incapaz de soportar la carga emocional que la envolvía.La secretari
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Capítulo 23 Donde está mi esposa
Leonardo miró hacia la oficina de Isabella, notando que estaba vacía. Un sentimiento de inquietud se apoderó de él. —¿Dónde está mi esposa? —preguntó, tratando de mantener la calma mientras llamaba a su secretaria. La secretaria lo miró con preocupación. —Señor, ella se marchó. Apenas escuchó sus gritos, salió corriendo. Creo que iba llorando. Leonardo sintió que el estómago se le encogía. —Perfecto —murmuró, su voz llena de frustración—. Lo que me faltaba, ahora lastimé a Isabella con mis palabras. Se pasó una mano por el rostro, sintiéndose abrumado. Sabía que había cruzado una línea, y la culpa le pesaba en el corazón. —Retírate —le dijo a la secretaria, su voz más suave ahora—. Necesito un momento solo. Una vez que ella se marchó, Leonardo se quedó en su oficina, lidiando con la angustia que sentía. La idea de que Isabella hubiera salido llorando lo hacía sentirse aún más culpable. ¿Cómo había llegado a este punto? Se levantó y empezó a caminar de un lado a otro,
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Capítulo 24 la cena
Leonardo entró en su oficina con el ceño fruncido, aún distraído por los acontecimientos recientes. Al sentarse en su silla, llamó a su secretaria.—¿Cuáles son los pendientes de hoy? —preguntó, intentando concentrarse en el trabajo.Su secretaria revisó rápidamente sus notas antes de responder.—Tiene varias reuniones programadas, señor. Además, esta tarde tiene una cena importante con unos socios clave —dijo mientras le entregaba la agenda del día.Leonardo asintió, aunque la mención de la cena no lo entusiasmaba demasiado. Su mente estaba dividida entre los negocios y la complicada situación personal con Isabella. Aún así, sabía que debía enfocarse en mantener la empresa a flote.—Perfecto, manténme al tanto si hay algún cambio —dijo con tono firme, antes de sumergirse en los documentos que tenía sobre su escritorio.Adrián entró a la oficina de Leonardo, con una expresión preocupada al notar el ambiente tenso.—¿Cómo estás, amigo? —preguntó mientras se acomodaba en una de las sill
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Capítulo 25 El beso inesperado
Después de que los socios se despidieron, dejando un ambiente más tranquilo en el restaurante, Isabella y Leonardo se quedaron un rato más. La tensión de la cena aún colgaba en el aire, pero ahora había un extraño silencio entre ellos, como si ambos supieran que, a pesar de todo, habían cumplido con su papel.Leonardo tomó una copa de vino y la levantó hacia Isabella.—Lo hiciste muy bien esta noche, Isabella —dijo, con una pequeña sonrisa de reconocimiento—. Brindo por ti y porque sé que juntos vamos a sacar la empresa adelante.Isabella lo miró por un segundo, sorprendida por sus palabras, y luego levantó su copa, esbozando una sonrisa ligera, aunque algo cansada.—Gracias, Leo —respondió—. No te voy a mentir, me sentí muy incómoda en algunos momentos, pero... entiendo que esto solo es el comienzo de lo que nos espera.Ambos chocaron suavemente sus copas y tomaron un sorbo. El ambiente, aunque más relajado, seguía cargado de emociones no dichas.—Lo manejaste de forma excelente —con
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Capítulo 26 una mala noticia
Leonardo entró a su habitación rápidamente, cerrando la puerta tras de sí. Se apoyó contra la pared, respirando agitado, mientras su mente revivía cada segundo del beso que acababa de compartir con Isabella.Empezó a caminar de un lado a otro, con las manos en la cabeza, tratando de calmarse, pero su mente no dejaba de repetir lo mismo.—¿Qué fue lo que hice…? —murmuró, casi en un susurro, frustrado consigo mismo—. Esto se está saliendo de control. Isabella... ese beso…Se detuvo frente al espejo, mirándose a sí mismo, sin reconocer sus propios pensamientos.—¿Qué estoy diciendo? —sacudió la cabeza—. Me voy a volver loco. ¡Estoy casado con ella solo por el pacto! No debería… No puedo sentir esto. Valeria... Isabella… —se dejó caer en la cama, apoyando los codos en sus rodillas y enterrando el rostro entre sus manos—. Esto no estaba en los planes.El peso de la situación lo aplastaba, las emociones mezcladas, la responsabilidad hacia Valeria, el pacto con Isabella… y ahora, el inespera
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Capítulo 27 Siempre estaré para ti.
Cuando Leonardo y Don Mario llegaron al hospital, apresuraron el paso hacia la recepción. Apenas llegaron, un médico salió de una de las salas y preguntó con calma pero firmeza:—¿Familiares de Doña Victoria Montiel?Don Mario y Leonardo se acercaron rápidamente, y el médico los miró con una expresión seria pero tranquilizadora.—Soy su esposo —dijo Don Mario con ansiedad evidente en su voz—. ¿Cómo está mi esposa, doctor?El médico asintió suavemente antes de responder.—Su esposa sufrió un infarto, pero por suerte fue atendida a tiempo. Está fuera de peligro ahora, pero deberá permanecer en observación por unos días para asegurarnos de que no haya complicaciones.Leonardo sintió cómo una gran tensión abandonaba su cuerpo, aunque la preocupación seguía latente.—¿Podemos verla? —preguntó con cautela.—Por el momento, solo uno de ustedes puede entrar. Está un poco débil, pero consciente. Tengan en cuenta que necesita descansar —explicó el doctor antes de guiarlos hacia la habitación.D
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Capítulo 28 Los Sentimientos nacen
Después de terminar la cena, Don Mario se recostó en la silla, visiblemente más relajado.—Esta comida está muy rica, y sobre todo, porque vino con mucho amor —dijo, mirando a Isabella con aprecio—. Gracias, Isabella.—Es cierto —asintió Leonardo, sonriendo a Isabella.Isabella se sonrojó un poco, pero sonrió feliz por los elogios.—Me alegra que les haya gustado. Siempre es un placer ayudar.Leonardo miró a su padre y luego a Isabella. Sabía que necesitaban un momento para despejarse un poco del estrés del hospital.—¿Te gustaría dar un paseo por los pasillos? Tal vez así podamos despejarnos un poco —sugirió Leonardo.Isabella asintió, sintiéndose aliviada de salir un momento de la habitación.—Claro, me parece una buena idea —respondió, sonriendo de nuevo.Ambos se levantaron y salieron de la habitación, dejando atrás a Don Mario, que continuó disfrutando de la comida. Mientras caminaban, el ambiente del hospital era más tranquilo y menos tenso.—¿Te sientes mejor? —le preguntó Leon
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Capítulo 29 Me enamore
Isabella entró al apartamento y se dejó caer en el sofá, agotada. Su nana la observó con preocupación y se acercó a ella.—¿Cómo te fue, mi niña? —preguntó la nana, sentándose a su lado—. ¿Cómo está doña Victoria?—Está estable, Nana, pero… toca esperar, y eso es lo que me angustia —suspiró Isabella, apoyando la cabeza en sus manos.La Nana le acarició el cabello con ternura.—Y, ¿cómo está Leonardo? —continuó la nana con voz suave.—Muy triste, Nana. Le duele ver a su madre en esa situación… Creo que nunca lo había visto así. —Isabella se mordió el labio, intentando contener las lágrimas—. Esperemos que todo esto pase rápido.La Nana la miró con una mezcla de preocupación y ternura.—Te veo muy triste, mi niña. ¿Qué es lo que te tiene así? ¿Es por doña Victoria, o hay algo más?Isabella bajó la mirada, incómoda con sus propios pensamientos.—No lo sé, nana… Es que no sé qué siento. Creo que me enamore de Leonardo…La Nana la observa con comprensión y le toma las manos con suavidad.—
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Capítulo 30 Un viaje inesperado
Al día siguiente, Isabella se despertó muy temprano para ir a la empresa.—Buenos días, Nana, ¿cómo amaneciste? —Con una sonrisa muy calida.—Bien, mi niña, y ¿tú cómo te sientes hoy? —respondió ella con ternura.—Me siento mejor, Nana. —Tomando su taza de café—, te quedó muy rico el desayuno, Nana.—Me alegra que te haya gustado, mi niña —le dice la nana con una sonrisa cálida—. Que tengas un buen día en la oficina.Isabella asiente y toma su bolso, saliendo hacia la oficina. Al llegar, se acomoda en su espacio y respira profundo, lista para otro día de trabajo. Aunque mantiene su concentración en los papeles frente a ella, su mente inevitablemente se va hacia Leonardo y el complicado torbellino de emociones que siente.Justo entonces, escucha unos pasos y ve a Leonardo entrando en su oficina al otro lado del pasillo. Ambos se miran fugazmente, y ella disimula una sonrisa.—Buenos días, Isabella. ¿Cómo amaneciste? —pregunta Leonardo con una expresión algo cansada, pero aún cordial.—
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