—Mañana, interroga a todos los empleados. Quiero saber quién tuvo el atrevimiento de tratar así a mi Luna —las palabras escaparon de Ethan en un rugido contenido, pero la ira en su voz era inconfundible.Durante un instante, Ethan se quedó contemplando a Cloe. Su piel, tan suave y pálida como porcelana fina, resaltaba en la penumbra. Su cabello negro, largo y ondulado, caía desordenado alrededor de su rostro, creando un contraste perfecto que intensificaba la etérea belleza que parecía no pertenecer a este mundo. Inclinándose hacia ella, Ethan le acarició el rostro con la yema de los dedos, trazando con suavidad el contorno de sus mejillas. Luego la levantó en sus brazos, sosteniéndola con una delicadeza poco común en él. La frialdad de la habitación era inhumana, y sus ojos se endurecieron mientras la observaba, notando cómo el peso de su ira permanecía latente, esperando liberarse.Lentamente, Cloe comenzó a despertar, todavía agotada. Pero al abrir bien los ojos y descubrirse en
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