Elizabeth encontró la ropa para Juan Pablo y caminó hacia él, sus ojos se abrieron como platos al verlo con una mano estirada, con una caja muy delicada en su mano.Colocó la ropa sobre la cama y se sentó a su lado, sin decir más, la sorprendieron más sus palabras: - ¿Me harías el honor de ser mi esposa? Elizabeth tomó la cajita y la abrió, viendo la hermosa piedra con diamantes incrustados, una lágrima cayó sobre su mejilla y le dijo: - Repítelo - Mi amor, mi Elizabeth ¿Aceptarías casarte conmigo? La hermosa chica sacó el anillo y se lo dio a Juan Pablo, haciéndole saber que se lo pusiera él en el dedo. Justo cuando Juan Pablo deslizaba el anillo en el delicado dedo anular de su amada, ella le respondió: - Acepto, mientras las lágrimas caían como cascada en su rostro.Juan Pablo acercó su dedo índice al rostro de Elizabeth, secó sus lágrimas y susurró: - Gracias por darme esta oportunidad, deseo envejecer a tu lado.Ambos se abrazaron, la emoción era evidente porque se amaban y
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