Me sobresalté al oír una voz a mi espalda. Giré rápidamente y vi a Charles Campbell. Iba impecable, como si el ajetreo del día no le hubiera hecho ni cosquillas.—¡Señor Campbell! ¡Me ha dado un susto de muerte! —exclamé, llevándome la mano al pecho. Por un segundo, casi lo confundo con… Bueno, olvídalo.Sonrió. —Ups, perdona. No quería asustarte. Solo quería felicitarte por la feria antes de irme.—Gracias. Me alegro de que todo haya salido bien al final. —Suspiré, sintiendo de golpe el cansancio acumulado.Charles me observó pensativo. —Trabajas demasiado, señorita De Rossi. Deberías relajarte y desconectar de vez en cuando.Iba a protestar, pero levantó una mano para detenerme. —Por eso insisto en que me acompañes a tomar algo para celebrarlo. Solo una copa, y luego te dejo marchar, te lo prometo.Agotada por el caos del día, no pude evitar sentirme intrigada por ese hombre que, una y otra vez, me había sacado de apuros. Charles Campbell, un nombre grabado a fuego en mi memoria, m
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