La cena en casa de Emilia se desenvolvía en un ambiente acogedor. Marco llegó puntualmente, con flores frescas en una mano y una caja de chocolates en la otra. Al abrir la puerta, Emilia lo recibió con una sonrisa, y él, en un gesto algo tímido, le entregó primero los chocolates.—Para ti, Emilia, como agradecimiento por la invitación —dijo él.—¡Gracias, Marco! No era necesario —respondió ella con una sonrisa sincera. Luego, él giró hacia Aurora y, con un poco más de nerviosismo, le ofreció el ramo de flores.—Y estas son para ti… —Marco vaciló, intentando no parecer muy atrevido ante Emilia y su cuñada, pero ese era el gesto que le había nacido tener con ellas—. Aurora, espero que te gusten.Aurora, visiblemente sorprendida y encantada, tomó el ramo, oliendo las flores con una c&aac
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