Lía.Cuando la noche llegó a su fin, mi madre se ofreció a llevar a Gilberth a casa, mientras las gemelas se quedaron con sus abuelos. No quería separarme de mi pequeño, pero sabía que era nuestra noche especial. Arthur y yo nos despedimos de todos y nos dirigimos al penthouse en la playa. Allí, con el sonido de las olas como fondo, comenzamos nuestra luna de miel, nuestro momento más íntimo y nuestro primer capítulo como esposos.Arthur me llevó en sus brazos hasta la habitación, y al entrar quedé sorprendida. Sobre la cama había rosas blancas que dibujaban un camino delicado, creando un ambiente íntimo y especial, perfecto para nosotros. En la mesita, encontré dos asientos frente a un candelabro, copas de vino y una variedad de postres. Todo estaba cuidado con un detalle impresionante, mientras una suave melodía envolvía la habitación. Un mesero apareció discretamente, entregándole a Arthur un pequeño obsequio antes de retirarse en silencio. Arthur cerró la puerta detrás de él.—¿Te
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