Estoy muy tentado a seguir jugando con mi rojita; sin embargo, tengo algo más importante, que es darle una lección a ese hombre, porque no permitiré que, después de darse el terrible atrevimiento de tocar a mi mujer y de cogerla, se vaya así como así sin tener su merecido. Noto cómo ella me mira algo asustada; no sé por, qué si ella misma fue la causante de todo esto. —¿Dime exactamente qué le harás? —me vuelve a preguntar y se me ocurre una idea bastante buena para ella.Me acerco con delicadeza, mirándola con atención, sin apartar la vista, y es que, aunque lo intentara, no podría verla casi desnuda como esos botones rosas que casi se ven por esa tela tan fina que la cubre.Sacudo mi mente; debo de mantenerme fijo en mi plan. Mia, al verme acercar, se aleja caminando hacia atrás hasta que su espalda choca contra la pared y continúa mi proximidad hasta oír cómo su respiración sube y baja. Acerco mi boca a su oído.—Lo haré sufrir por cada beso que te dio, cada caricia y le cortaré
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