David ya no podía contenerse más. La necesidad que sentía por Amira se había vuelto imperiosa, un fuego que lo consumía desde dentro. Sin previo aviso, la giró bruscamente hacia él, rodeando su cintura con firmeza, atrayéndola hasta que no quedó ni un centímetro de espacio entre sus cuerpos. Sus ojos, intensos y dorados, la miraron con una mezcla de deseo y urgencia, y sin decir una palabra más, la besó. No fue un beso suave ni romántico, fue posesivo, hambriento, lleno de la pasión acumulada por el tiempo que habían pasado separados, transmitiendo toda su añoranza, su necesidad de tenerla cerca. Sus labios reclamaron los de ella, y Amira correspondió con la misma intensidad, como si hubiera estado perdida en el desierto, y él fuera su único oasis.Las manos de Amira se aferraron a su cuello, atrayéndolo aún más cerca, entregándose por completo a ese momento. Sus cuerpos parecían sincronizarse a la perfección, como si hubieran sido creados el uno para el otro. Los latidos de sus corazo
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