Con paso firme camino hacia el establo donde era esclava desde antes que saliera el sol hasta muy tarde en la madrugada. La casa del alfa, es muy transitada por muchos lobos de la manada que se detienen al verme, pero, a diferencia de antes, no comienzan a molestarme, si no, que me observan aturdidos.Sabiendo que ellos no serían capaces de cambiar de la noche a la mañana, me acerco a un espejo pegado a la pared y comprendo porque aunque me observan con desagrado, no son capaces de atacarme.‘Realmente soy una alfa.’ me digo mentalmente.— Pero, mira que tenemos aquí… — dice alguien mientras yo observo la mirada roja y como mis feromonas del mismo color, me recorren.— ¡Antonella, jamás te dije que podrías marcharte! — grita el alfa Robert y yo lo observo con los ojos entrecerrados.— Se lo dije anteriormente, ya no pienso servirle.— ¡Eres una mujer lo
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