Amaneció como cualquier otro día... o eso parecía. El aroma a café recién hecho y croissants horneados inundaba el comedor principal de la mansión. La luz del mañana se filtraba entre las cortinas de seda, iluminando la larga mesa donde desayunaban los Rossi. Todos menos dos: Alessa, que seguía descansando en su habitación, e Isabella, quien había salido al amanecer con una excusa perfecta: “Iré por flores y luego a ver un cliente en el resort”.Chiara, sentada entre Charly y Don Marcos, balanceaba suavemente al pequeño Marcos en su regazo mientras le daba el biberón. El niño, con los ojos brillantes, jugueteaba con sus dedos, distrayéndola de notar lo tenso que estaba Charly.— ¿No crees que hoy Isabella está más misteriosa que de costumbre?—preguntó Chiara a Francesco, quien casi atragantó su jugo de naranja.— ¿Misteriosa? ¡No! Solo… comprometida con el cliente —tartamudeó, intercambiando una mirada fugaz con Leonardo.Mientras tanto, en el club, Isabella revisaba cada detalle con
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