El día transcurría con intensidad en la constructora. Francesco, junto a los chicos, estaba sumergido en reuniones y supervisando el avance de la obra. Había sido una jornada agotadora, llena de decisiones y planificación. Mientras tanto, Isabella permanecía en casa, disfrutando de un merecido descanso. Sin embargo, un antojo repentino de pastel de chocolate la hizo levantarse de la cama.Se dirigió a la cocina, abrió la nevera y cortó un generoso trozo de pastel, acompañándolo con un vaso de jugo. Se sentó en la mesa, disfrutando cada bocado con calma. Al terminar, llevó los platos al fregadero y los lavó. Pero justo cuando estaba a punto de regresar a la sala, un punzante dolor en la espalda la hizo detenerse en seco.Llevó una mano a su vientre, respirando hondo para controlar la incomodidad. Entonces, sintió una repentina humedad recorrer sus piernas y, en cuestión de segundos, comprendió lo que estaba sucediendo. Su bolsa se había roto.— ¡Vicenzo! —gritó con urgencia, sosteniénd
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