Noelia conducía la camioneta del hermano de su jefa, seguía sin poder creer eso, en una ciudad que ella no conocía en lo absoluto. Por segundos observaba a un supuesto Leonel dormido, llevaba rato preguntándole su dirección y seguía sin responder, no sabía si reír o decirle unas cuantas palabras a ese hombre tan guapo e infantil.Su corazón latía sin parar, solo pensar en que podrían estar solos en un mismo lugar.—No se haga el dormido —reclamó Noelia por vigésima vez, esta vez en tono molesto.—No me hago, lo estoy —musitó con los ojos cerrados, sacando una carcajada de Noelia.—Ja, ja, ja, ja, no me haga reír, señor —Noelia quitó el cinturón de seguridad, ya habían llegado al edificio donde estaba el apartamento de ella. Tampoco pensaba conducir por toda la ciudad hasta que él se dignara a responder.—¿Dónde estamos? —preguntó algo desorientado, reconocía el estacionamiento del edificio de su apartamento y donde estaban, sabía que no era.—En mi apartamento, señor, pero no sé preo
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