Perla Subo a la camioneta con Fabiano y, Angelo, el chófer, arranca el motor y acelera hacia el aeropuerto. La carretera se extiende ante nosotros, y la ciudad se va desvaneciendo poco a poco en el retrovisor. Fabiano, a mi lado, tiene una expresión de concentración mientras mira hacia adelante, pero de repente se vuelve hacia mí. —¿Te trató mal Fiorella en algún momento mientras te enseñaba la casa? —me pregunta, su voz es amable, pero hay un destello de dureza en sus ojos. —No, todo bien —respondo rápidamente, queriendo que sepa que no hay nada de que preocuparse. —Fiorella no me dijo nada malo —le aseguro. Fabiano asiente, pero su mirada se mantiene fija en la carretera. —Está bien —dice al fin, pero su tono es serio. —Sin embargo, si en algún momento ella te dice o insinúa algo que no te parezca correcto, por favor, dímelo —pide mirándome fijamente. Afirmo una sola vez. —Claro, lo haré —le aseguro, sintiéndome un poco aliviada. No quiero que haya tensión entre nosotros
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