El jet privado del señor Carruthers acaba de aterrizar en Zúrich, una ciudad-teatro en la que elespectáculo de la perfección está en escena sin alteración desde hace ya siglos, para un públicoformado exclusivamente por gente rica, representando una y otra vez con éxito un impecabilidadalejadísima del corazón.En Zúrich, en esa fortaleza del bienestar, en esa ciudad perfumada por el viento y predilecta deldestino, todo sucede de manera tan previsible y tranquilizadora que la muerte accidental de unpalomo, que yace aplastado entre los rieles del tranvía, es motivo de aflicción para lostranseúntes, un acontecimiento insoportable que hace necesario convocar de manera urgente alpersonal del servicio urbano de medio ambiente, para que lo limpien de inmediato, eliminando atoda prisa, de la calle, la espantosa presencia de aquel cadáver desmembrado, que turba, mancha yarruina la armoniosa serenidad de su alrededor.A Julian Carruthers le gusta aterrizar en el aeropuerto de Zúrich, pe
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