EmiliaTodo se desmorona ante mis ojos. El maldito Alessandro ha vuelto a caminar, ¡maldita sea! Y ahora, después de tantos años manteniendo todo bajo control, mi cómplice, Ramón, se ha dejado capturar como el idiota que es. Lo veo en las noticias, una y otra vez, repitiendo la misma imagen: Ramón siendo escoltado por la policía, esposado y con el rostro pálido, mientras la prensa se arremolina a su alrededor como una jauría hambrienta. Esto no puede estar pasando, no después de todo lo que he sacrificado para llegar aquí.Siento una presión en el pecho, como si no pudiera respirar. Clara está junto a mí, su rostro desencajado, con los ojos llenos de terror. Siempre ha sido débil, siempre ha necesitado que la guía, que le muestre el camino. Pero ahora, incluso yo siento cómo la desesperación me ahoga.— ¿Qué vamos a hacer, mamá? —susurra Clara, su voz temblorosa, casi un sollozo—. ¡Si Ramón habla, lo perderemos todo! ¡Nos delatará!Le lanzó una mirada furiosa. A veces, la estupidez d
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