Valeria, tumbada en su cama fingiendo estar dormida, esperó pacientemente a que el silencio invadiera la casa. Una vez que todo quedó en calma, sacó su teléfono y, sin pensarlo dos veces, llamó a Rafael. Llevaba todo el día deseando hablar con él, lo extrañaba, y aunque sabía que no debería, no pudo resistirse. Al tercer tono, Rafael respondió con su tono habitual, encantador y cautivador.—Hola, preciosa —le susurró Rafael—. No esperaba tu llamada tan tarde, ¿todo bien?—Sí, solo te extrañaba —respondió Valeria con una sonrisa, sintiendo mariposas en el estómago al escuchar su voz.Estuvieron charlando por horas, hablando de todo y de nada. Rafael la mantenía enganchada con su encanto, sabiendo cómo jugar con sus emociones. Y cuando la conversación llegó al punto adecuado, decidió aprovechar el momento.—Oye, Valeria... ya que estamos hablando, quería preguntarte algo... es sobre tu padre. ¿Dónde trabaja ahora? Me acuerdo que lo mencionaste alguna vez, pero se me escapó. También... ¿
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