La puerta se cerró con un sonoro chasquido mientras yo solo seguía ahí, luchando, conteniendo el impulso loco de saltarle encima y besarlo, pero no sabía cómo reaccionaría, él había confiado en mí y yo le había escupido en la cara, no de modo literal, pero me sentía como si lo hubiera hecho y eso era definidamente doloroso, y más doloroso y vergonzoso seria que me empujara lejos de él y solo estuviera allí, haciéndome ansiarlo para rechazarme por la injusticia que había cometido. —Pour toujours dans mon Coeur— dijo sencillamente casi en un susurro. Mi corazón se apretó con dolor, el dolor del deseo al escucharle hablar en francés. Subió su mano derecha y lentamente la empujó en mi dirección, en una invitación, o por lo menos eso me pareció. —Dios Mío… — dije sin poder resistirlo más. Fue lo único que pude hacer, en ese momento una ola del deseo suprimido por él atacó mi cuerpo, no tuve voz, no tuve aliento más que para levantarme rápidamente y correr hacia él para abrazarlo, si me
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