Emma, consumida por la ira y los celos, planeaba meticulosamente cada paso de su venganza contra Olegda. Decidió visitar el spa donde sabía que Olegda solía recibir masajes relajantes. Allí, mientras esperaba su turno, observaba con odio cómo Olegda disfrutaba de los tratamientos. Cada vez que veía su rostro sereno y relajado, sentía que su ira aumentaba. Se imaginaba a sí misma como la causante de su sufrimiento, disfrutando de esa imagen en su mente enferma.Cuando finalmente llegó su turno, Emma se acercó al terapeuta y le entregó una generosa propina, susurrándole algo al oído con una sonrisa siniestra. El terapeuta, sin sospechar nada, asintió y Emma se retiró, esperando pacientemente a que su plan diera frutos. Mientras tanto, Olegda se relajaba en la sala de masajes, ajena a la malicia que se cernía sobre ella.Después de su visita al spa, Emma se dirigió al salón de belleza donde Olegda solía arreglarse el cabello. Allí, observó cada movimiento del estilista con ojos ávidos, i
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