Olegda se sintió desconcertada por el gesto repentino de Andrés. Mientras descendían en el ascensor hacia la planta baja del edificio, el roce de sus labios contra los de ella la tomó por sorpresa. Su corazón latía con fuerza, y el rubor se extendía por sus mejillas mientras trataba de procesar lo que acababa de suceder. No podía negar que había sentido una chispa de emoción ante el contacto, pero también estaba confundida por la naturaleza de su relación con Andrés.Durante las clases de yoga, Olegda se encontraba distraída, incapaz de concentrarse en las posturas y respiraciones como lo hacía habitualmente. La sensación de los labios de Andrés sobre los suyos seguía atormentándola, llenando su mente con preguntas sin respuesta. ¿Qué significaba ese beso para él? ¿Era solo un impulso momentáneo o algo más profundo? Se sentía culpable por haber permitido que eso sucediera, sabiendo que estaba casada y que su corazón aún pertenecía a Eduardo, a pesar de todo lo que había sucedido entre

El alivio invadió a Olegda cuando vio a Andrés ileso, aunque visiblemente impactado por el incidente. Corrió hacia él, dejando a un lado cualquier barrera que pudiera haber existido entre ellos, y lo abrazó con fuerza. Sus ojos estaban húmedos de emoción contenida, y un suspiro escapó de sus labios al constatar que estaba bien.Andrés correspondió al abrazo de Olegda, sintiendo el calor reconfortante de su cercanía. A pesar del susto, su corazón se calmó al sentir su preocupación genuina. Se miraron a los ojos, compartiendo un momento de complicidad y gratitud por estar juntos en ese instante.El incidente los había unido aún más, reforzando el vínculo que habían construido a lo largo del tiempo. En ese abrazo, ambos encontraron consuelo y fortaleza para enfrentar los desafíos que aún estaban por venir.La preocupación de Olegda se intensificó cuando se percató de la ausencia de Daniela. Sus pensamientos se agitaron con ansiedad mientras intentaba recordar la última vez que la había v

Después de una ceremonia de boda llena de emociones y alegría, Daniela y Daniel partieron hacia un destino exótico para disfrutar de su luna de miel. Decidieron viajar a las paradisíacas playas de Bora Bora, un destino conocido por sus aguas cristalinas y sus impresionantes arrecifes de coral. Durante su estancia, se alojaron en una lujosa villa sobre el agua, donde pudieron disfrutar de la privacidad y la belleza natural que les ofrecía el lugar.Mientras tanto, la noticia de la fuga de Mervin de la prisión sacudió a todos los involucrados en su caso. Nadie sabía a ciencia cierta cómo había logrado escapar ni cuál era su paradero. Las autoridades intensificaron la búsqueda del fugitivo, pero Mervin parecía haber desaparecido sin dejar rastro. Su fuga dejó a todos desconcertados y preocupados por lo que podría hacer estando en libertad.La tranquila rutina de Daniela y Daniel durante su luna de miel se vio repentinamente interrumpida cuando, al regresar de la panadería local, Daniela

Cuando Olegda finalmente regresó al seno de su familia después que los culpables cumplían su condena, fue recibida con los brazos abiertos y corazones rebosantes de alegría. Entre ellos, Félix, su amado hermano, fue el primero en abrazarla con fuerza, expresando su felicidad por tenerla de vuelta. La sonrisa sincera en su rostro y el brillo de sus ojos eran un testimonio del amor incondicional que sentía por su hermana.Olegda se sintió abrumada por la calidez y el cariño de su familia, especialmente de Félix, quien siempre había sido su roca en tiempos difíciles. Era reconfortante saber que tenía un lugar al que podía llamar hogar, donde sería aceptada y amada sin reservas.Para celebrar su regreso, los hermanos de Olegda organizaron una fiesta de bienvenida en su honor. La casa estaba llena de risas, música y el aroma tentador de la comida preparada con amor. Era evidente que habían puesto mucho esfuerzo en hacer que Olegda se sintiera especial y querida.Durante la fiesta, Olegda s

Olegda se sentía intranquila mientras caminaba por las concurridas calles de la ciudad. En su mente, la sensación de ser observada crecía con cada paso que daba. Cada vez que se detenía en un semáforo, notaba cómo los conductores de los autos a su alrededor la miraban fijamente, como si estuvieran evaluando sus movimientos. A veces, incluso parecía que los mismos vehículos seguían su ruta, siempre manteniendo una distancia prudente pero lo suficientemente cerca como para despertar su paranoia.Al llegar a la comisaría, su corazón aún latía con fuerza por la tensión de sentirse acechada. Al ver al Comisario Gutiérrez, Olegda decidió confiar en él, sintiendo que necesitaba ayuda para desentrañar este misterio inquietante que la rodeaba.—Comisario, necesito su ayuda —comenzó Olegda con una expresión preocupada. —Siento que estoy siendo vigilada, pero no puedo identificar quién o por qué.El comisario Gutiérrez frunció el ceño ante la preocupación evidente en el rostro de Olegda. Era con