ARDIAN La noche se tornaba oscura y pesada, como si el aire estuviera impregnado de un sufrimiento que apenas podría describir. Había una fiesta en el castillo, un evento al que todos asistían, menos yo. Estaba en un rincón, observando, como si de un mero espectador se tratase, cuando la vi. Leni, con su risa sincera y su cabello rebelde, se movía entre la multitud como si fuera la luz en la oscuridad. Pero mi mundo se desmoronó cuando, en un instante, la seguí hasta el bosque y la vi besándose con otro chico. —¡Leni! —grité, sin pensar. Mis manos se cerraron en puños, y el corazón se me detuvo. Me lancé hacia ellos, y antes de que pudiera procesar lo que hacía, ya estaba golpeando al chico. Mis puños se llenaron de sangre, y el eco de mis golpes resonaba en mi mente como un canto de sirena, llamándome a la locura. —¡No vuelvas a tocarla! —grité, mi voz temblando de furia. El chico, aturdido, se alejó de Leni, quien me miraba con una mezcla de sorpresa y miedo. La rabia me nub
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