Poco a poco Alexandra se había ido recuperando, mientras estuvo de reposo, todos en la casa hicieron lo necesario para que ella se sintiera cómoda, definitivamente llegar a aquella casa había resultado una gran bendición, pues ya veía a todos como parte de su familia. Cada uno ocupaba un lugar especial en su corazón, Stella el ama de llaves, las había tratado a Diana y a ella en una forma muy gentil y amable, siempre dispuesta a ayudarlas con todo lo que fuera necesario. Peter, el jardinero de la casa, quien mantenía ese lugar impecable y cultivaban las plantas y flores más hermosos que Alexandra hubiese visto jamás, a veces le gustaba salir mientras que el regaba aquellas bellezas de la naturaleza. Lili la cocinera, una señora muy graciosa que le gustaba preparar pasteles y galletas a diestra y siniestra, lo cual molestaba a Stella, quien no podía dejar de tenerlo todo en perfecto orden, incluso la alimentación. Isabella, esa niña que le había robado el corazón, pues aún cuando en un
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