Aria temblaba contra mí, sus ojos reflejaban deseo. Mis dedos se movían dentro de ella, explorando y reclamando lo que era mío por derecho. Cada jadeo y suspiro que salía de sus labios alimentaba a la bestia dentro de mí, a mi lobo, que rugía por tomar el control y hacerla suya de una vez por todas. —Damien... —susurró, su voz apenas era un hilo de aliento. Sentía cómo sus piernas temblaban, y el ascensor parecía encogerse a nuestro alrededor, cada pared cerrándose, y cada espacio llenándose de nuestra tensión. —Calla, gatita —le ordené, con mi bos baja y ronca. Mordí su labio inferior, saboreando su esencia. Ella gemía suavemente, y podía sentir su resistencia cediendo poco a poco, sus defensas comenzaban a derrumbándose bajo mi toque. Mis instintos primitivos estaban en alerta máxima. Todo en mí gritaba que la tomara aquí y ahora, que le mostrara quién era el alfa y que ella me pertenecía, sin importar sus lazos con Arthur, ella era mi hembra. La fuerza de mi deseo era casi abr
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