Los hechiceros oscuros se movían inquietos, susurrando entre ellos, tratando de encontrar alguna explicación para lo que había ocurrido. La atmósfera en la caverna era tensa, cargada con la energía residual de los eventos recientes. Marcus, ahora completamente humano, se tambaleaba en el centro de la cámara, confundido y desorientado.—¿Qué es lo que ha pasado? —preguntó uno de los hechiceros, su voz llena de frustración.—Primero, un rayo de luz... —murmuró otro, repasando los hechos en su mente—. Y luego, el dragón desaparece. Y ahora... hemos perdido nuestra magia.Marcus levantó la cabeza, mirando a los hechiceros oscuros con una mezcla de furia y desconcierto. Él también sentía la ausencia de poder, la desconexión con la oscuridad que una vez lo había consumido. Estaba débil, vulnerable, y lo peor de todo, no tenía respuestas.—Esto no tiene sentido —espetó Marcus, su voz quebrada por la desesperación—. ¿Cómo puede un simple rayo de luz deshacer todo? ¿Dónde está el dragón oscuro
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